El cuco no es tan parásito
Un cuco (a la derecha) junto al cuervo al que parasita. /VITTORIO BAGLIONE. |
Es cierto que los cucos ponen sus huevos en los
nidos de los cuervos para así criarlos sin realizar ningún esfuerzo.
Pero también es cierto, según se acaba de saber, que los pollos de los cucos
ayudan a los cuervos a mantener alejados a sus depredadores; y que gracias a
eso los nidos de cuervos que están parasitados por los cucos prosperan mejor
que los que no lo están.
Resulta que los pollos de cuco emiten una
mezcla de ácidos, indoles, fenoles y varias clases de sulfuros pestilentes que
horrorizan a los gatos silvestres que pretendían comérselos.
El trabajo ilustra con nitidez que la distinción clásica
entre parasitismo (donde una especie se aprovecha de otra de manera impune) y
mutualismo (donde las dos sacan algo del intercambio) puede llegar a ser muy
difusa. Los cucos y los
cuervos mantienen una relación que fluctúa entre el parasitismo y el mutualismo
de una temporada a otra.
En
tiempos de paz, cuando los felinos y las rapaces escasean o brillan por su ausencia,
el cuco es un parásito del cuervo: tira algunos huevos de cuervo fuera
del nido para librarse de competidores y reduce la ingesta del resto con su
mera y demandante presencia. Pero
cuando los predadores arrecian, los apestosos sulfuros del
pollo resultan de gran servicio para refrenar el instinto carnívoro de
sus fauces.
Los resultados de los científicos españoles ayudan a
explicar una paradoja evolutiva. Si el cuco fuera un mero parásito, cabría esperar que, después de
millones de años de poner sus huevos en lugar indebido, sus víctimas los
cuervos hubieran desarrollado defensas contra ese popular timo. O bien se
hubieran extinguido, siguiendo las implacables normas de acceso a la siguiente
generación que impone la evolución darwiniana.
Pero el
cuco parece seguir más bien un principio general de la biología de los
parásitos: para que no te echen, hazte imprescindible.
JOSE MANUEL MORENO
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