La interacción de diferentes especies que conviven y obtienen beneficios recíprocos, llevó a un grupo de investigadores del Cinvestav, unidad Irapuato, a estudiar este fenómeno conocido como mutualismo. En específico, el existente entre acacias y hormigas, pues estas últimas protegen al árbol con su vida porque es su única fuente de alimento.
“Sin mutualismo, no habría frutas, granos ni plantas, ya que dependen de la interacción con las bacterias o la polinización de las flores”, afirma Martín Heil, investigador del Laboratorio de Ecología de Plantas del Cinvestav Irapuato, quien junto con sus colegas del Instituto Max Planck, en Alemania, realizó un estudio en Oaxaca con 12 especies de hormigas que habitan los árboles de acacia.
De esos 12 tipos, agrega, cinco desarrollaron una ‘adicción’ a la planta hospedera debido a que produce un néctar sin azúcar y ‘agrega’ al mismo un elemento capaz de desactivar una enzima digestiva de estos insectos para impedirles digerir la sacarosa.
“Por tales razones, las hormigas dependen totalmente de la planta para sobrevivir, de ahí que la defiendan agresivamente, pues si la acacia recibe algún daño hace menos fotosíntesis, reduce su producción de néctar y el insecto sufre”, detalla el doctor Heil.
Además, resalta que este mutualismo es un modelo ecológico interesante que podría utilizarse para la reforestación, ya que permitiría formar, regenerar y preparar suelos degradados para otras especies vegetales. “Algunos métodos similares se han utilizado en Malasia para reforestar”.
Las ventajas de investigar los mecanismos de defensa de las plantas silvestres, como los mutualismos, ayuda a establecer una protección de los cultivos sin causar daño al entorno. “Comprender estos procesos permite planear y ejecutar una protección de los cultivos contra plagas y enfermedades, lo cual será benéfico al medio ambiente”, precisa.
Empero, esta adaptación es como una manipulación de la planta hacia su “defensora”, pues la hormiga sin el néctar del árbol podría sobrevivir dos semanas, en tanto el arbusto sin estos insectos tras dos meses ya no tendría follaje y sería más susceptible al ataque de plagas.
Cabe destacar que a partir de la investigación del doctor Heil surgió la pregunta sobre si el árbol se adaptó a esa reciprocidad o fue la hormiga, a lo que el investigador respondió que “lo más probable es que fue pura coincidencia. Se encontró un mecanismo que indica que la planta adapta la composición bioquímica de la recompensa (alimento) hacia el consumidor deseado”.
Aunque la cooperación es común en la naturaleza, por ejemplo, las flores atraen a las abejas y les “pagan” con néctar el servicio de la polinización; frutos dulces son el pago para los animales encargados de la dispersión de las semillas, y algunos peces atienden a otros para quitarles sus parásitos, los investigadores aún no descubren cómo es que estos mutualismos se mantienen estables, pues existen abejas y avispas que roban néctar de las flores sin polinizar. (Agencia ID)
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